Por Benjamin Rosa Flores[1]
1955
“!Llego el yerbatero!...!De naranjo el cojollo! …!sándalo!...!doradilla!...!hierba Luisa!...!alvaca!....!ruda!....!plantas, dona!...!Rip!....!Llego Papi!....
Es de mañana en mi pueblito. Sol brillante y brisa leve acarician este rinconcito de mi patria, que vive y suena con una mañana eterna de ventura. La muchacha inquieta, inquiridora y entusiasta, forma semillero multicolor mientras se dirige a la fragua del saber.
Por la cuestecita de Buena Vista, por el sendero bordeado de flamboyanes y bucares, se desliza una figura que es parte de la vida de este pueblo. Se acerca….Trigueño, pálido, de estatura regular, cabello escaso gris; luce barba de tres o cuatro días; sus pies desnudos y agrietados, que tal vez han pisado cada pulgada cuadrada de las calles de mi pueblecito, sugieren una dureza de ausubo, o quizás de guayabo viejo. Hoy viene “estocao”; viste una camisa que una vez fue blanca, remangada hasta los codos, y pantalón kaki, con una de las piernas arrolladas hasta la “batata” de la pierna derecha. Impulsa una vieja carretilla, repleta de hierbas, que para el significan “el pan de nuestro cada día”; y para Doña Romualda la curandera “el remedio de toos los males del cuerpo y del espíritu se acompañan con pases de los que yo doy.”
Se escucha el chirrido de la carretilla y el leve estampido que producen Don Naranjo, al escupir una “mascaura” del amargo hierbajo que una vez hiciera famoso a Cayey…
Ya esta en el poblado…
”!Llego el yerbero!...!De naranjo el cogollo!...!sándalo!...!doradilla!...!hierba Luisa!...!alvaca!...!ruda!......!hinojo!...!pimienta Angola!...!Rip!...!Se va Papi!...
--¡Yerbero! ¡Oiga Yerbero!
--Yo voy, voy. ¡Rip!...!Llego Papi!
--¿Y tiene cogollos de naranjo?
--Claro que si; esa es mi especialida”.
--Déme un poco; la nena esta con la monga y no tengo chavos, ni tiempo “pa” llévala donde el “dotol”.
--Aquí esta…Fresquesito y del mejor.
--¿Cuánto le debo?
--Quince chavos.
--¡Que pillería! (gruñe la vieja entre diente) Don Naranjo ha oído el comentario, siente deseos de decirle cuatro frescas, frunce el ceno…pero se aguanta y se va.
“!Llego el yerbero!...!De naranjo el cogollo!...!Plantas, doña!...!Naranjo chuche!...
Y Don Naranjo sigue recorriendo las calles del pueblo y llevando a los hogares el tesoro medicinal que el hermano indio nos legara.
En su camino no falta el vago, el banquero de plaza que se complace en agriarle la existencia a aquellos que, como don Naranjo Chuche, se las buscan honradamente para no convertirse en parásitos sociales.
--Hey, viejo, ¿lleva ahí la planta de hielo?
--la planta de tu ma…, so manganzón.
Don Naranjo, no te amilanes; sigue; llena tu pueblito con la bendición de tus hierbas. ¡No sabes cuanto bien nos haces, botánico sin titulo! Tu carretilla vieja y chillona es portadora de vida, del milagro curativo de nuestra flora. Para ti ese tributo humilde de mi admiración. ¡Adelante, mi don Naranjo Chuche!
--¡Naranjo chuche!... ¡salvia!...!curia!....!Rip!... ¡Se va Papi!
[1] El Sr. Rosa Flores es un Trabajador Social retirado. Escritor cuya obra refleja fuertes rasgos de compromiso social. El escribió este cuento en 1955 cuando se desempeñaba como miembro del Comité De Gobierno de la Barriada Carrasquillo en Cayey, Puerto Rico. Se publico originalmente en el Periódico La Junta. Órgano oficial de la Administración de Programas Sociales, Departamento de Agricultura.
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